Ascap y BMI responden a la consulta de PRO de la Oficina de Derechos de Autor de EE. UU.

 

ASCAP y BMI se oponen: Por qué una mayor regulación podría perjudicar a los creadores musicales, no beneficiarlos


Por Héctor Santana


Para el observador casual, una investigación gubernamental sobre las sociedades de derechos de ejecución (SDR) podría parecer un ruido burocrático de fondo. Pero en el mundo de las licencias musicales, se trata de un impasse de gran importancia, y la situación se ha agravado.


La semana pasada, ASCAP y BMI, las dos SDR más grandes y consolidadas de EE. UU., presentaron sus respuestas formales a la reciente notificación de investigación de la Oficina de Derechos de Autor de EE. UU. sobre la evolución del panorama de las SDR. Y no se guardaron nada.


¿De qué se trata esta investigación?

En los últimos años, el mercado estadounidense de SDR ha experimentado un ligero auge demográfico. Anteriormente dominado por ASCAP, BMI y SESAC, ahora incluye Global Music Rights, AllTrack y Pro Music. La Oficina de Derechos de Autor quiere saber: ¿este crecimiento beneficia o perjudica?


En concreto, la preocupación radica en si la mayor cantidad de Organizaciones de Propietarios (PRO) está socavando la eficiencia de las licencias para usuarios de música, como emisoras, servicios de streaming y salas de conciertos.


Las PRO afirman: Ya estamos cumpliendo las reglas

En sus presentaciones, ASCAP y BMI coinciden en una idea fundamental: ya están fuertemente reguladas, y una mayor supervisión solo empantanaría el sistema y supondría una carga para quienes las PRO deben servir: compositores, autores y editores.


ASCAP advierte que «tomar medidas legislativas o regulatorias con respecto a estos temas es innecesario y, en última instancia, perjudicaría a los creadores musicales». BMI comparte la misma opinión: «Las preocupaciones que subyacen al Aviso no exigen más medidas legislativas o regulatorias, sino simplemente la aplicación de las mismas leyes que ya protegen a los titulares de derechos de autor y a los usuarios de música por igual».


Usuarios de música: No se puede tener todo a la vez

Las presentaciones también apuntan a los «usuarios de música» que impulsaron esta investigación en primer lugar: las empresas y organizaciones que licencian música. ASCAP y BMI afirman que existe una grave hipocresía.


Por un lado, estos usuarios se quejan de que ASCAP y BMI tienen demasiado poder de mercado. Pero, por otro, expresan su preocupación por la complejidad e ineficiencias causadas por la entrada de nuevas PRO al mercado.


BMI lo expresa sin rodeos: “Los usuarios de música... defienden la competencia cuando les conviene, y luego se dan la vuelta y abogan por una mayor regulación cuando esa misma competencia les plantea desafíos”. En otras palabras: no se puede tener todo a la vez.


Guerras de Transparencia

Uno de los principales temas de debate es la transparencia, concretamente, quién lo hace bien y quién no. ASCAP y BMI argumentan que han logrado grandes avances para que sus bases de datos de repertorio sean abiertas y accesibles (en particular, mediante iniciativas conjuntas como el proyecto Songview), al tiempo que sugieren que las PRO más recientes, como AllTrack y Pro Music, han introducido "opacidad informativa" en el mercado.


Y cuando los usuarios de música se quejan de no saber quién es el propietario de qué, ASCAP básicamente les dice: "Revisen la base de datos; ya hemos hecho el trabajo. Simplemente no la están usando".


Lo que realmente está en juego

En el centro de este debate no se trata solo de la tecnología o la competencia en el mercado, sino de cómo se les paga a los creadores musicales.


ASCAP y BMI afirman que las mismas empresas que presionan por una mayor regulación suelen ser las que se resisten a pagar tarifas justas a los compositores. "Estas empresas se resisten activamente a pagarles a los compositores de forma justa", afirma ASCAP.


Es una acusación contundente, pero pone de relieve la tensión más profunda: el tira y afloja entre quienes crean la música y quienes se benefician de su uso.


En resumen: Esto no es solo una escaramuza política, sino una batalla por el futuro de las licencias musicales en EE. UU. Y para los compositores de canciones, el resultado podría tener consecuencias muy reales.


ASCAP y BMI están poniendo punto final: una mayor regulación podría inclinar la balanza en contra de los creadores. La pregunta ahora es: ¿estará de acuerdo la Oficina de Derechos de Autor?

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