El director de la Oficina de Derechos de Autor de EE. UU. fue despedido poco después del último informe sobre inteligencia artificial.

 

La semana pasada, ocurrió algo sumamente inusual en el habitualmente lento mundo de la propiedad intelectual en Washington. La Oficina de Derechos de Autor de EE. UU. publicó una versión previa a la publicación de su tercer informe importante sobre inteligencia artificial y derecho de autor; este se centró específicamente en el tema cada vez más controvertido del entrenamiento generativo de IA.


Apenas unos días después, la Registradora de Derechos de Autor Shira Perlmutter fue despedida abruptamente por la administración Trump. Y si el momento le parece sospechoso, no está solo.


Para ser claros, no fue una coincidencia. Pero puede que no se trate de que el informe provocara el despido; puede que sea lo contrario: que Perlmutter y su equipo, presintiendo una purga política inminente, se aseguraran de que el informe se publicara antes de que los despidieran.


Y la purga no se limitó a Perlmutter. Carla Hayden, la Bibliotecaria del Congreso que la nombró, también fue despedida por Trump durante el fin de semana. Hayden, la primera afroamericana y la primera mujer en dirigir la Biblioteca del Congreso, ha sido una defensora veterana de la diversidad, la equidad y la inclusión, una agenda que ahora está siendo atacada directamente por la administración.


El Informe: Una Posición Medida, Pero Firme

Lo que hace que esta maniobra tenga tanta carga política es el contenido mismo del informe. Si bien es cuidadoso en su tono y equilibrado en la presentación de argumentos contrapuestos, el informe no se anda con rodeos cuando se trata del uso de material protegido por derechos de autor por parte de las empresas de IA sin permiso.


Una de sus conclusiones más contundentes dice:


“Hacer uso comercial de vastas reservas de obras protegidas por derechos de autor para producir contenido expresivo que compite con ellas en los mercados existentes, especialmente cuando esto se logra mediante acceso ilegal, traspasa los límites establecidos del uso legítimo”.


Para los titulares de derechos musicales, esta es una confirmación bienvenida. Muchos sellos discográficos, artistas y editores han estado alertando sobre el entrenamiento de modelos de IA con su contenido —a menudo extraído o obtenido sin licencia— y luego utilizado para generar música que compite directamente con su obra.


El informe no exige legislación ni regulación gubernamental inmediata. En cambio, apoya modelos de licencias voluntarias, ya sea de forma individual (por ejemplo, un acuerdo entre una discográfica y una empresa de IA) o mediante negociación colectiva. En resumen: dejen al gobierno al margen por ahora, pero no den luz verde al entrenamiento masivo de IA en obras protegidas por derechos de autor bajo el paraguas del "uso legítimo".


¿Un terremoto político en la legislación sobre derechos de autor?

El despido de Perlmutter, apenas unos días después de la publicación de este informe, parece ahora menos una reestructuración burocrática y más una declaración política. Los críticos ya están atando cabos.


El representante Joe Morelle, el demócrata de mayor rango en el Comité de Administración de la Cámara de Representantes, emitió una declaración mordaz:


“La destitución por parte de Donald Trump de la Registradora de Derechos de Autor, Shira Perlmutter, es una toma de poder descarada y sin precedentes, sin fundamento legal. Seguramente no es casualidad que actuara menos de un día después de que ella se negara a aprobar los esfuerzos de Elon Musk por explotar tesoros de obras protegidas por derechos de autor para entrenar modelos de IA”.


Si bien evitaremos las teorías conspirativas de los magnates tecnológicos (por ahora), es evidente que algunos intereses poderosos, tanto políticos como corporativos, no están contentos con la dirección que estaba tomando la Oficina de Derechos de Autor.


¿Qué sigue?

Para la industria musical, este momento trae una extraña mezcla de alivio y ansiedad. Por un lado, el informe ofrece una postura firme y basada en principios sobre la protección de la música protegida por derechos de autor contra el entrenamiento no autorizado de IA. Por otro lado, el vacío de liderazgo creado —y la aparente disposición de la administración a silenciar las voces disidentes— plantea serias preocupaciones sobre el futuro.


¿Se enterrarán las conclusiones de este informe bajo un nuevo liderazgo? ¿Se revertirá la postura cautelosa pero firme de la Oficina sobre la IA y el uso legítimo? ¿Y se sacrificarán las protecciones de derechos de autor para músicos y creadores en favor del apetito de las grandes tecnológicas por los datos de entrenamiento?


Estas son las preguntas que resuenan hoy en las salas de juntas, estudios y despachos legales de toda la industria.


Una cosa es segura: la batalla por la IA y los derechos de autor ya no es solo un debate legal o tecnológico. Es también político.

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