Fecha de lanzamiento:
13 de febrero de 2026
Sello discográfico:
Gar Hole Records
Sabine McCalla crea un sonido de raíces sin fronteras en Don’t Call Me Baby
Sabine McCalla no concibe la música de raíces estadounidense como una tradición estática, sino como un diálogo vivo. En su álbum debut Don’t Call Me Baby, McCalla entrelaza sonidos que rara vez coinciden en el mismo espacio, y mucho menos en el mismo disco. Los ritmos brasileños se fusionan con el soul sureño, las baladas folk conviven con el rock and roll de los inicios, y todo se nutre de la profunda memoria cultural de su herencia haitiana y de su hogar adoptivo en Nueva Orleans.
El resultado es un álbum atemporal sin ser nostálgico, personal sin ser pretencioso.
De la formación clásica a la encrucijada cultural
Criada en los suburbios de Nueva York por padres haitianos de primera generación, McCalla creció inmersa en la música desde muy pequeña. Comenzó a estudiar violín clásico a los ocho años, actuando en orquestas y asistiendo a campamentos de música y programas de conservatorio. Esa formación formal agudizó su oído, pero fue la música que sonaba en casa la que realmente forjó su voz.
Sencillos de Motown, armonías de grupos femeninos, discos de Bob Marley, melodías de los Beatles y canciones folclóricas haitianas: todo ello formó parte de su infancia. En lugar de compartimentar esas influencias, McCalla las conectó instintivamente, percibiendo emociones y ritmos compartidos a lo largo de décadas y continentes. Ese instinto sigue siendo la esencia de su composición actual.
También creció junto a su hermana, Leyla McCalla, una artista respetada por derecho propio gracias a proyectos como Carolina Chocolate Drops y Sons of Our Native Daughters, en un hogar donde la música no solo se fomentaba, sino que era esencial.
Un disco que se niega a quedarse quieto
Don’t Call Me Baby sigue al aclamado EP Folk de McCalla, un trabajo que se inclinaba hacia una estética de raíces de antes de la guerra y que le valió una codiciada actuación en el Newport Folk Festival en 2019. Si bien ese EP dio a conocer su voz a un público más amplio, el nuevo álbum amplía considerablemente el panorama.
A lo largo de nueve temas, McCalla se mueve con libertad entre el country, el R&B, el folk y el soul, sin encasillarse en ningún género. El álbum parece desvinculado de cualquier época específica: antiguo sin sonar anticuado, moderno sin seguir las tendencias. Es música que prioriza la emoción sobre la fórmula.
Coproducido por Sam Doores de The Deslondes, el álbum se beneficia de un enfoque espontáneo pero seguro. Las interpretaciones fluyen con naturalidad, dejando espacio para la autenticidad, la calidez y la claridad emocional. Las colaboraciones de Riley Downing, Leyla McCalla y The Lostines aportan matices sin robar protagonismo, reforzando el sentido de comunidad del álbum.
Raíces en Nueva Orleans, alcance global
Aunque McCalla está profundamente conectada con las escenas de música americana y folk de Nueva Orleans, Don’t Call Me Baby trasciende cualquier ciudad o género. Su composición refleja una sensibilidad global, no como una elección estética, sino como un reflejo honesto de quién es y de lo que ha asimilado a lo largo de su vida.
Canciones como «Sunshine Kisses» y «Louisiana Hound Dog» hacen un guiño a las formas tradicionales, pero las transforman lo suficiente como para que resulten personales. Temas como «Deep River» y «Tall Lonesome Cowboy» exploran la soledad y la añoranza con una fuerza serena, mientras que «Lovely Lonely» cierra el álbum con una nota reflexiva y de gran resonancia emocional.


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