Spotify y el Precio de la Música: ¿Revolución o Robo?


 Nuestros hábitos de escucha han cambiado drásticamente en las últimas décadas. Desde la época en que gastábamos nuestro propio dinero (o el de nuestros padres) en casetes y CD hasta la era del "todo gratis" con Napster y, finalmente, el dominio absoluto de los servicios de streaming. Pero ¿es justo decir que este cambio ha sido útil? Los invitados Adam Conover y Liz Pelly, ambos escritores de música, afirman que "la revolución es una mierda, es una tontería".

Servicios de streaming como Spotify, que cuenta con 644 millones de miembros, facilitan escuchar música de todo el mundo por unos pocos dólares al mes. Sin embargo, esta facilidad conlleva muchos gastos ocultos que afectan tanto a los artistas como a los fans.

La trampa del "creador de contenido": cómo los algoritmos convirtieron a los artistas en freelancers

La forma en que el streaming ha cambiado la industria musical es uno de los efectos más preocupantes. Según Liz Pelly, autora de "Mood Machine: The Rise of Spotify and the Cost of the Perfect Playlist", los músicos, en particular los que trabajan de forma independiente, no reciben una compensación adecuada. Debido a un complejo acuerdo de reparto de ingresos, no se trata exactamente de "fracciones de centavos por reproducción", pero aun así tiene un efecto evidente en los músicos.

Gracias al negocio del streaming, los artistas ahora se consideran más "creadores de contenido" que músicos. Por ello, el modelo de "músico-influencer" se ha vuelto más fragmentado y personal. ¿Por qué? Simplemente porque están inundados de información sobre su trabajo, lo que les obliga a adaptar su creatividad al algoritmo en lugar de expresarse libremente o establecer conexiones genuinas con su público. La analogía que utiliza Adam Conover es "trabajar como freelance para el algoritmo".

Por ejemplo, Spotify ofrece "oportunidades de promoción" a los músicos y suscripciones de "mercado bidireccional" a los oyentes. Yo lo llamo "estafa de cambio de marca". Lo que realmente hacen es tratar a sus empleados mal pagados más como una "base de clientes" a la que pretenden "empoderar". La experiencia es similar a la de tener una aplicación como jefe, lo que la compara directamente con los impulsores de la economía colaborativa.

Los "artistas fantasma" como un nuevo poder económico: Música de fondo para uso comercial

Una revelación sorprendente en el libro de Liz Pelly es el uso de "artistas fantasma". Un grupo demográfico que Spotify ha notado en creciente popularidad es el "oyente relajado": aquellos que prefieren la música de fondo para estudiar, concentrarse o cenar, en lugar de prestar atención a los propios artistas. Spotify vio una oportunidad en este estilo de escucha impulsado por el streaming.

Se presentó un razonamiento sencillo: "¿Por qué pagar regalías a precio completo si los oyentes solo escuchaban a medias?". La prensa musical comenzó a publicar rumores en 2016 y 2017 sobre la creación por parte de Spotify de sus propios músicos falsos para estas listas de reproducción. Aunque Spotify siempre ha cuestionado esto, nunca se ha intentado refutar la existencia de un acuerdo más amplio.

Según la investigación de Pelly y otros, algunos compositores suecos asociados con empresas de música de stock como Epidemic Sound y Firefly Entertainment son responsables de cientos de composiciones que se atribuyen a seudónimos. Estos "artistas" no tienen biografía, ilustraciones genéricas generadas por IA ni presencia web fuera de Spotify. Sin embargo, sus canciones acaban en las listas de reproducción editoriales más populares de Spotify, donde se reproducen millones de veces.

El programa "Perfect Fit Content" (PFC) es una iniciativa interna de Spotify. A través de esta iniciativa, pueden licenciar música por una tarifa de regalías reducida, lo que en última instancia se traduce en mayores márgenes para la empresa. El hecho de que la gente no sea consciente de que está escuchando música creada por estas empresas bajo un acuerdo comercial único es lo más preocupante. Bajo la apariencia de "publicación", acuerdos comerciales ocultos determinan nuestros hábitos de escucha. Esto reduce la música a una mercancía, como los dispositivos de fábrica, privándola de cualquier significado personal o conexión con el artista.

La ilusión del "botón único": El momento en que un algoritmo te identifica

Spotify parece estar trabajando hacia un futuro donde escuchar música sea tan fácil como pulsar un botón: la "banda sonora perfecta" para cualquier ocasión. Su término para ello es "música autodirigida". Este objetivo se basa en un "usuario promedio" idealizado, una persona que desea la máxima interacción y desprecia la idea de "pensar en música".

Se ha producido un cambio de énfasis, pasando de la exploración al contenido "hecho para ti". Las personas, influenciadas por TikTok, han comenzado a ver los algoritmos como una forma de obtener "autoconocimiento", de forma similar a cómo un horóscopo podría revelar tus gustos y rasgos de personalidad. Pero esta "ilusión de elección" conduce a combinaciones ilimitadas que...


Sus perfiles de gusto algorítmicos idénticos les dan un sonido comparable. Por ejemplo, el servicio ofrece una "versión de ti mismo" en lugar de música a través de tu "aura de audio" anual y otros medios.


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