Es una de las paradojas más frustrantes del mundo musical actual: la industria está en auge, pero la mayoría de los artistas están en la ruina.
Más de 600 millones de personas en todo el mundo pagan suscripciones de música en streaming, desembolsando alrededor de 12 dólares al mes para acceder a lo que parece ser casi todas las canciones jamás grabadas. Mientras tanto, los músicos ahora pueden distribuir su trabajo a nivel mundial con solo unos clics. En teoría, esta debería ser una época dorada para los artistas: una época de empoderamiento y libertad creativa. Pero esa no es la realidad.
En cambio, vemos a un número creciente de artistas que apenas sobreviven, a pesar de una oleada de escuchas, "me gusta" y reproducciones. Entonces, ¿qué ocurre?
El efecto Spotify: Comodidad a un precio
Las plataformas de streaming como Spotify son el núcleo del problema. Si bien ofrecen un acceso sin precedentes a la música para los oyentes, han contribuido a convertir la industria en una economía donde el ganador se lo lleva todo, donde solo el 1% de los artistas con más recursos obtiene ingresos suficientes. Spotify paga a los artistas un promedio de $0.003 a $0.005 por reproducción, lo que significa que un músico necesitaría aproximadamente 250,000 reproducciones solo para ganar $1,000, y eso sin contar las cuotas de las discográficas, representantes y otros intermediarios.
Muchos fans se sorprenden al descubrir lo poco que su artista indie o underground favorito gana con las reproducciones. Un error común es confundir "0.0035 centavos" por reproducción (que serían 0.000035 dólares) con la cifra correcta: $0.0035 por reproducción; una cifra aún pequeña, pero al menos medible.
Una industria más consolidada que nunca
Y lo que es peor, la ilusión de accesibilidad esconde una cruda realidad: la industria musical se ha consolidado aún más. Las grandes discográficas, las empresas tecnológicas y los servicios de listas de reproducción basados en datos tienen más poder que nunca. En este entorno, Spotify no solo distribuye música, sino que también selecciona estados de ánimo, controla la exposición e influye en el comportamiento de escucha a través de listas de reproducción algorítmicas como RapCaviar, New Music Friday o Chill Hits.
Como explora la periodista Liz Pelly en su libro Mood Machine: The Rise of Spotify and the Costs of the Perfect Playlist, estos ecosistemas seleccionados no solo promueven la música, sino que también promueven la previsibilidad. Las canciones que encajan perfectamente en los moldes algorítmicos son recompensadas, mientras que la experimentación y la fusión de géneros a menudo quedan relegadas. La plataforma no es neutral; está moldeando el futuro del sonido.
Para los artistas independientes, esto significa que pueden publicar su música, pero las probabilidades de que se escuche sin el respaldo de una gran discográfica o la suerte en las listas de reproducción son escasas. Esta nueva clase de guardianes digitales actúa igual que los A&R de la vieja escuela: controlan el embudo de ventas.
¿Quién gana?
No los artistas.
Los mayores ganadores financieros en esta fiebre del oro del streaming no son los músicos. Se trata de las plataformas, los sellos discográficos y los gigantes tecnológicos —Spotify, Apple, Amazon—, así como de las empresas de capital riesgo y los accionistas que los respaldan. Los acuerdos de licencia entre las grandes discográficas y las compañías de streaming suelen permanecer ocultos al público, y el reparto de ingresos rara vez favorece al artista.
Y a medida que las pistas generadas por IA, las listas de reproducción que te ayudan a cambiar de humor y las "canciones" con ruido blanco siguen inundando el mercado del streaming, muchos artistas se ven aún más marginados.
El futuro depende de la reforma
La floreciente economía musical es un espejismo para la mayoría. Hasta que no se adopten modelos de reparto de ingresos más justos y las compañías de streaming rindan cuentas por cómo valoran a los creadores, la brecha entre el éxito y la supervivencia no hará más que crecer.
Como fans, vale la pena preguntarse: ¿qué financia realmente nuestra suscripción mensual?
Para saber más sobre cómo el auge de Spotify ha transformado la música y ha socavado la equidad en la industria, consulta Mood Machine de Liz Pelly en lizpelly.info/book. Su trabajo es una llamada de atención para cualquiera que crea que la música debe ser sustentable, no sólo escalable.

Publicar un comentario