Ticketmaster, propiedad de Live Nation, enfrenta una demanda del Departamento de Justicia por monopolizar el sector del entretenimiento en vivo en la industria musical. Muchos artistas, incluyendo Pearl Jam, han criticado públicamente a Ticketmaster por sus altos precios de entradas y presuntas prácticas desleales. Fundada en 1976, Ticketmaster inicialmente compitió con Ticketron y ganó fuerza ofreciendo a los recintos una solución de venta de entradas más eficiente, lo que le permitió dominar el mercado. A finales de la década de 1980, Ticketmaster adquirió a su principal competidor, Ticketron, y continuó creciendo mediante la compra de otras compañías de venta de entradas, consolidándose como un monopolio.
A medida que los precios de las entradas subían significativamente con el paso de los años, los fans comenzaron a culpar a Ticketmaster por el aumento de los costos, que han superado la inflación general. Pearl Jam testificó contra Ticketmaster en 1994, acusando a la compañía de usar su poder para inflar los precios y limitar la competencia. A pesar de estas acusaciones, el Departamento de Justicia cerró su investigación sin tomar medidas contra Ticketmaster, lo que permitió a la compañía continuar su expansión. En 1998, Ticketmaster se fusionó con CitySearch y adquirió TicketWeb, consolidando aún más su posición en el mercado.
La fusión con Live Nation creó la mayor empresa de entretenimiento en vivo, que introdujo precios dinámicos, permitiendo que los precios de las entradas fluctuaran según la demanda. Este modelo de precios ha generado precios exorbitantes, especialmente para artistas populares, como se vio con las entradas para el concierto de Taylor Swift, que alcanzaron miles de dólares. A lo largo de la década de 2010, la influencia de Ticketmaster creció, llegando a poseer la mayoría de las salas de conciertos en EE. UU. Sin embargo, surgieron acusaciones de represalias contra las salas que optaron por trabajar con la competencia, lo que generó inquietud sobre el cumplimiento de la compañía con las disposiciones antirrepresalias establecidas por el Departamento de Justicia durante la fusión.
Las investigaciones revelaron que Ticketmaster contaba con un programa secreto de revendedores, que permitía a los revendedores comprar entradas al por mayor y revenderlas a precios inflados, lo que contradecía la postura pública de la compañía contra la reventa. Esta práctica avivó aún más la ira de fans y artistas, al quedar claro que Ticketmaster se lucraba tanto con la venta de entradas primarias como con el mercado secundario. El escrutinio continuo de las prácticas de Ticketmaster pone de manifiesto el creciente descontento en la industria musical con respecto a la conducta monopolística de la compañía y su impacto en el precio y la disponibilidad de las entradas.
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